domingo, 21 de abril de 2013

Hace cinco años




Hace cinco años empece este blog a modo de deshago. Pensaba borrarlo, pero al fin y al cabo apenas lo lee nadie, y yo me descubro muchas veces, si no hablando sola, si redactando párrafos que podrían encajar aqui. 

 Supongo que es un signo de decrepitud o tal vez de estar demasiado tiempo sola. Asi que he pensado que tal vez podría probar revivirlo, total no lo lee nadie. He repasado las entradas antiguas, hay alguna con algo de humor pero en general, son tristes. Hasta ahora he acudido solo en momentos depresivos, tal vez porque la felicidad es siempre compartida y no tengo una vida triste, Soy afortunada: tengo un marido estupendo y unos hijos que son unas personas maravillosas, que empiezan ya tratarme como si supieran mas que yo. 

Ley de vida, y seguro que muchos aspectos es cierto, espero que en otros no. 

 Como decía al principio, yo iba para intelectual pero me recicle en maruja. Pero maruja, maruja. De esas que quieren examinarse por sus hijos, pegarse en sus peleas, comerse sus chucherias y vestirse con su ropa. En algún momento me di cuenta que ese no era mi camino, asi que me quede a medias. 

Al final no ha estado tan mal. Ahora que los pajaros abandonan el nido, agradezco la soledad y el silencio, y sin embargo esta soledad me pesa demasiado. Supongo que son las hormonas revolucionadas en esta menopausia que me cerca cada día. 

 Y es que me siento ¡tan joven!. Siento que mi vida ha pasado en un suspiro, que apenas fue ayer cuando el instituto era mi mundo, cuando iba de intectual pisando mas o menos fuerte, mirando por encima de hombro a esas chicas que comentaban sus inquietudes de novias enceladas. En el fondo envidiando sus escarceos a escondidas, porque yo era una chica seria. De esas que intimidan a compañeros y amigos que intuyen, de alguna manera,  que con ellas no se juega porque les romperías el corazón, y era mas fuerte el cariño y la amistad que unas caricias liberales que se olvidan cuando das la vuelta a la esquina. 

 No tengo mucho derecho a quejarme, pero hay algo triste que no logro sacar el fondo de mi alma, un poso que querría limpiar y no se por donde empezar. 

 No quiero envejecer con amargura.

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