domingo, 11 de mayo de 2008

A veces tengo la sensación de que mi vida es como una comedia bufa o un sainete por entregas.
A todos no llega este momento, y seguramente en peores condiciones que a mi, pero es que no acabo con una y empiezo con otra.
Ahora es mi padre. Creo que empieza con una cierta demencia, o quien sabe, tal vez sea solo desorientación debido a su sordera, el caso es que cada día es un pequeño drama cotidiano.
Lo malo es que eso del genio debe ser algo hereditario y la siguiente generación viene empujando con fuerza.
Lleva una temporada que no hay manera de razonar con él, va a su aire, pero es un aire que nos despeina a toda la familia, con mucha similitud a ese cierzo que es tan típico de esta tierra. Sus manías provocan cataclismos en el humor de quienes le rodean, pero siempre calmo en medio del huracán , quiere seguir manejando el timón.
Hoy Ángel ha ido al pueblo con el, y ha venido como ultimamente viene: asustado. Se le ha vuelto a caer, y son viajes absurdos, no tiene nada que hacer allí, pero el se empeña en ir. El se relaja y los demás nos ponemos de los nervios. Lo malo es que si no lo llevas va él conduciendo, y claro teniendo en cuenta su sordera y su afición al acelerador, su falta de coordinación, no es muy aconsejable.
Hace un par de semana provocó que mi hermana se fuera de casa dando un portazo: antes de acabar de comer, a la hora del postre, bajo la persiana, se sentó es su sillón y encendió la tele con el volumen adecuado, para el, claro. El apropiado para oírlo desde el portal del edificio, teniendo en cuenta que viven en cuarto piso mas entresuelo y principal.
Hoy me ha dicho la otra hermana que la llamo cabreado, por su falta de sensibilidad, según papá, mi hermana pequeña se ofendió en esa comida porque la había llamado gorda. No se había ocurrido que el sonido y la oscuridad del comedor sugería como un derechazo en la mandíbula que ya era hora de que se fueran y le dejaran ver por décima vez una película de vaqueros.