miércoles, 16 de mayo de 2007

Envejecer


A veces cuando me miro en el espejo me asalta una sensación de tristeza y desolación al ver como voy envejeciendo. No son las arrugas, no es la edad lo que me asusta, es cargarme de de reacciones viscerales y dejar de estar de estar atenta a lo que me rodea, eso es lo que me aterra. Es la mente lo que me da pavor que envejezca, que no me permita ser flexible, que no me deje ver la vida y sus devenires con objetividad.
No es el espejo colgado de la pared el que uso, ese no me preocupa, es el que veo cada vez que hablo con los ancianos que me rodean. Parece que junto las las arrugas se les haya cerrado también la capacidad de entender , de escuchar lo que se les dice y solo les quede oír lo que se están imaginando. Como reconozco mi vena radical me asusta llegar a ese punto del camino.
No se si sera posible estar prevenido para esos cambios. No se si es posible ir mentalizandose a lo largo de la vida para no olvidar ese relativismo ante lo que nos cuentan o nos sucede, esa capacidad de ponernos en el lugar del otro, para no ver mas allá de la realidad.
Lo cierto es que aun sabiendo donde están, aun les queda capacidad para hacer daño y decir cosas hirientes, que duelen más porque, sabes, que es lo ultimo que les queda de su relación contigo o con lo que ahora constituye su mundo. A veces son absurdos comentarios, pero no me provocan la risa, solo una sentimiento de tristeza y vacio.

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